Esta semana tuve la oportunidad de ver cómo Dios ha obrado en una vida de tal manera que se ha convertido en una mujer ejemplar, no porque ya sea perfecta sino porque reconoce que no lo es y mantiene una actitud humilde y enseñable que le permite crecer día a día.
Pasamos horas hablando: hablábamos al arreglarnos, al preparar los alimentos, durante la comida, mientras conducía, por la noche y hasta entrada la madrugada. No faltará quien, al saber que somos mujeres, dirá que es algo normal, pero aquí debo mencionar que procuro seguir el consejo de Shakespeare de prestar mis oídos a todos y a pocos mi voz. No disfruto de hablar por hablar.
Para los que no sepan de quién hablo he aquí una descripción:
Sobre todas las cosas ama a Dios y busca el conocerle y agradarle.
Obedece lo que dice a Palabra no por emoción sino por convicción.
Fielmente examina todo y retiene lo bueno.
Inteligencia, conocimiento y sabiduría busca cada día.
A veces tropieza pero sigue adelante, más fortalecida cada vez.